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sábado, 5 de abril de 2014

Con dos croquetas: Parar en la Gran Vía

Los que somos de Madrid sabemos que hay dos cosas para las que hay que tener croquetas. Una: decirle a un autobusero que has tocado el botón de parada por error y por eso nadie se baja en esta parada. No suelen contestar, solo te miran, con mirada larga y fulminante que, sin hablar, dice claramente “Ahí te quedes parado y de pie para los restos”, lo que, teniendo en cuenta como conducen, es una maldición gitana de las gordas. Dos: parar en la Gran Vía para lo que sea, incluso bajar del coche a tu pobre madre de noventa años con la cadera rota. Inmediatamente, un agente de movilidad se materializa a tu lado, jurao por estas, no había ni uno en toda la calle pero allí está, a diez centímetros de tu coche con cara de estar disfrutando.

Hay una gran variedad de razones urgentes para parar el coche en la Gran Vía, aunque solamente Esperanza Aguirre y otros dos, cuyos nombres no recordamos, hayan tenido las croquetas necesarias para hacerlo. La multa nos da igual a todos y, para ser sincera, el atasco que provocamos también, lo verdaderamente acongojante es aguantar la chulería del agente que aparece con algo amarillo reflectante encima, creyéndose con derecho a someterte a un interrogatorio de primer grado, que te mira con esa cara que grita sin hablar: “Soy el cherif, vale?” y tu allí, en medio de la calle con cara de culpable y preguntándote cuando va a empezar a registrarte el bolso. La que lían los agentes de movilidad es mucho mayor que la que evitan. En lugar de dos minutos para bajar a tu madre, te montan una que dura 15 minutos. Super, super.

Así que, sí, Esperanza, NO debiste parar allí, habiendo, como hay, unos nueve cajeros alrededor en los que no estorbas, pero, hija, no sabes la admiración que siento porque te hayas puesto chulapa con uno de estos Rambos de pacotilla llamados Agentes de Movilidad que pululan por el centro de Madrid. Ole tus croquetas!!!

Haaasta pronto!

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